Maniatada. Siento la quietud de la luz de verano. El olor a muerte ha cobrado sentido mientras caen las hojas escarlata. Aun resuena el hálito de esperanza... no voy a caer.
La Maga parecería hablar con una voz cansada y ronca, tal vez a Horacio le gustaría, tal vez si Horacio estuviera podría escucharla con un nudo en la garganta. Pero a Horacio las ideas no lo dejan en paz y ha escogido quedarse sin espacio al lado de una cerveza que se calienta, se espesa; el hastío...
Esta molestia se torna plomiza y ha quebrado el cristal del viento. La Maga se ha escapado hacia la costumbre de los días ingratos de abril.
De nada han servido las noches, ni la lluvia, ni las tres nevadas impregnadas de café. Horacio se levanta de aquella silla que huele a viejo. Se coloca la chaqueta, se acomoda el morral y busca alguna otra excusa color pastel
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