Creo que ya pasaba la media noche, casi todos se habían retirado de la mesa, no se si por la hora o por el exceso de alcohol. Mientras Horacio te abrazaba esperabas que los minutos se alarguen y el olor de su cabello se quedara impregnado en tus manos que recorrieron el mismo camino sutilmente, sin demostrar nada aunque temblando tímidamente.
Me seduces con delicadeza, paseas por mis caderas para satisfacer tu capricho y la somnolencia en la que solemos encontrarnos e inventarnos a nuestro antojo.
Sabes a frutas, a caramelo y humedad; Intuyes el estremecimiento de mi cuerpo y también las lunas llenas y el frío, un color sin color, una canción, el espacio de mis labios, el invierno...
Horacio me observa a lo lejos.
Concédeme tan sólo dos segundos para deshacerme del ambiguo presente...
Horacio grita mi nombre.
Y muchos finales más...
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miércoles, julio 05, 2006
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lunes, julio 03, 2006
Se ha escapado la primavera. Deberías saberlo Horacio. Frías mis manos dejaron de regalar mariposas al viento, la nieve ha cubierto tus ojos azabache, los mismos ojos malignos y ensombrecidos que vuelan, estallan, desaparecen, retornan y se deslizan por mi cuerpo.
A veces pienso que estás ahí transparente e inasequible y es la única manera en la que deseo mirarte a pesar de tus recurrentes intentos por desarmarme en pequeñas piezas para luego reconstruirme, sonreír y escapar detrás de cualquier estrella.
No Horacio, las manecillas del reloj han girado infinitas veces, los diarios se han llenado de palabras inútiles en hojas amarillentas, y tal vez, sólo tal vez cuando despierte te abrás ido...
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