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Me instalo en el monitor, pongo un disco de Bessie Smith, comienzo a escribir y siento que las piezas encajan perfectamente. La colección de objetos y ambientación del espacio está en el punto máximo de perfección. No hay nada que hacer, definitivamente todos tenían razón, no es tan malo después de todo.
Sucede que pasan las horas. Son las nueve y treinta minutos de la mañana. El disco de Bessie comenzó a fallar, los rayos de sol emergieron de la nada (literal) y lo que parecía ser un día inspirador (en algún sentido, dadas las circunstancias) acabará con unas cervezas por la tarde y creo estarme alejando de mi centro (tan ignorado y pocas veces recuperado).
Entre otras cosas Maga, deberías alejarte por un momento. Tan solo buscar el refugio en el que las imágenes dejen de convertirse en una secuencia aniquilante. Horacio no está aquí, no hay posibilidad alguna de que culpes a la luna una vez más. Sobre todo por que no estás y de nada serviría intentar regresar al momento exacto. Ya vez que hoy salió el sol para arruinarlo todo y aun así sigues sonriendo cínicamente como todos los días en los que vas muriendo de a poquito.
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Sin embargo es tan solo noviembre. Con la vida deshecha me siento a ver el cielo completamente gris; nada ha cambiado excepto yo; nada, excepto la percepción de esta puta vida que solía ser un cuento de ficción y se va haciendo más tangible a medida que te alejas.
No eres lo suficientemente fuerte para aceptar todo esto. Maga, quizás este vacío se esfume una tarde, sus ojos se volverán a encontrar y con toda esa simplicidad que lo caracteriza se irá para siempre, cruzará esa puerta, bajará las escaleras y la ventana hastiada de tu aliento te recordará que es la última vez.
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Aun puedo escapar. No Maga, las páginas se te están acabando y no puedes continuar creyendo que volverá a ti. “Vete, lo mejor es que te vayas ahora, no quiero ser yo el que me vaya y te deje aquí”. Él te lo dijo, es lo mejor, es lo mejor, es lo mejor…
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Solamente siento el temor en mi piel de caer dentro de ese hoyo oscuro y solitario, la telaraña me atrapa y observo como he sido víctima de un meticuloso engaño, tan ficticio como la muerte súbita y aniquilante de una noche.
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Creo haber roto el silencio. Tienes que convencerte de una vez Maga que a veces todos esos axiomas son ciertos, que dos más dos es cuatro, nada es como antes y esta viscosidad absurda acabará por consumirse.
Dentro de unos días vas a desaparecer dentro del espejo en el que te miras, por que definitivamente ya no estás y no podrás volver a ser, ni a sentir la necesidad de estar viviendo en una simple inercia constante, inescrutable, imposible.
Tal vez simplemente se trata de una probable inutilidad que te mantiene en la contemplación y te enajena cíclicamente; no te gastes Maga, tu ya lo sabías.
No sé si incluso se cerraba una puerta detrás de mi, irremisiblemente esa expulsión condenaba al olvido, un olvido sin coherencia que no marca las horas porque éstas ya no existen, la cordura se ha ido… ya ni siquiera me quedan las luces ni el humo del cigarrillo que se aleja por la ventana; nada existe.
Me aproximo suavemente al muerto y espantoso pasado. Años después dejarás esa cárcel y entonces quizás sea demasiado tarde, pero la inquisidora utopía te mantiene ahí, flotando con la impresión de que puedes mantener a todos inmersos en el mismo sueño.
Maga, es hora de escapar sin desfallecer en el momento de inconciencia más profundo. Solamente ahí verás que una mano te espera y así es como termina este tortuoso laberinto.
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